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Piercing (anglicismo, gerundio del verbo to pierce: 'agujerear', 'perforar', 'atravesar') es la práctica de perforar una parte del cuerpo humano para insertar aretes u otras piezas de joyería. Estas perforaciones son una forma de modificación corporal y reflejan tanto valores culturales, como religiosos, y además parte de la moda, erotismo, gustos personales o identificación con una subcultura.

De las muchas zonas del cuerpo donde se realizan estas perforaciones esta la boca, desde los labios exterior e internamente, la lengua, el frenillo y en casos muy extremos paladar.

El uso del piercing oral (lengua, labios, frenillo e incluso mejillas) puede tener importantes consecuencias para la salud bucodental, más allá del dolor, el posible rechazo y el alto riesgo de infección que implica su colocación, dada la elevada presencia de bacterias y la humedad propia del interior de la boca, que dificulta la cicatrización de los tejidos. Además, en su colocación puede existir el riesgo de causar lesiones importantes si al hacer el agujero se comprometen determinados vasos sanguíneos o nervios.

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Pero lo más importante es que, una vez puesto el piercing oral puede provocar problemas de diversa índole: maloclusiones dentales, traumatismos en los dientes adyacentes, infecciones, retracción de las encías y pérdida de dientes. Aunado a eso, el tener un objeto ajeno al cuerpo humano ocupando un espacio, en caso de un accidente o traumatismo, puede agravar las consecuencias del mismo.

Los lugares de la cavidad oral en los que se suelen colocar los piercings son las siguientes:

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Lengua: Suele hacerse en la parte central y se utilizan los denominados barbell (una barra limitada en cada extremo por una esfera), aunque también hay quien se coloca aros en las partes laterales y anteriores de la lengua.

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Labios: Se utilizan habitualmente aros y labrettes (una barra con una esfera en la parte exterior y un disco plano que hace de cierre en la interior. Se colocan en cualquier parte del perímetro labial, aunque lo habitual es que se haga en la parte central del labio inferior.

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Otras: Mejillas (aunque el piercing es externo, la perforación alcanza la mucosa yugal), frenillo lingual y la úvula (campanilla).

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COMPLICACIONES:

Las más habituales son el dolor y la inflamación. Ésta última, que puede afectar a los ganglios situados bajo el mentón y la mandíbula inferior, se inicia a las pocas horas de haberse colocado y se puede prolongar hasta 3 y 5 semanas. En el caso de la lengua, muy vascularizada y enervada, también puede producirse alguna hemorragia al hacer la perforación o la alteración del sentido del gusto y de alguna función motora si se afecta a algún nervio.

La infección local del área en la que se coloca el piercing ocurre en aproximadamente un 15% de los casos y existe el riesgo de sufrir una bacteriemia, por lo que deberá acudirse al médico en caso de presentar fiebre, enrojecimiento localizado en torno a la perforación, temblores y escalofríos.

La alergia, es otra de las posibles complicaciones, en función de la aleación con que se ha confeccionado el piercing. El níquel es el metal con que hay que tener especial cuidado.

Finalmente, a medio y largo plazo, el impacto de un piercing en cualquier parte de la cavidad oral puede tener importantes consecuencias para la salud bucodental:

Recesión gingival: Es una de las consecuencias más importantes de los piercings orales (especialmente de los colocados en los labios) en la estética y la salud bucodental. Se retraen las encías, dejando más superficie dental al descubierto, lo que favorece la pérdida de inserción del diente, lo que puede causar su movilidad y posterior pérdida. El riesgo de sufrir esta complicación es aún mayor si el portador del piercing es fumador.
Traumatismos dentales: Son las lesiones más frecuentes y pueden ir desde un simple desgaste por rozamiento del metal en el diente, hasta el astillamiento o fractura de alguna pieza dental.

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Enfermedad periodontal: El contacto continuo del metal del piercing oral puede causar al acúmulo de placa bacteriana, y por tanto la formación de sarro en los dientes inferiores anteriores, lo que favorece la aparición de gingivitis y como consecuencia periodontitis.
Halitosis: Puede causarla la acumulación de placa bacteriana.
Maloclusiones dentales: La introducción permanente de un cuerpo extraño en la cavidad oral, altera el equilibrio de fuerzas de la lengua y por consecuencia, la posición de los dientes, modificando la mordida.
Alteraciones del habla: El piercing en la lengua altera la pronunciación de las palabras que contengan las letras R, S, T y L.
Alteraciones del gusto.
Ingestión del piercing oral.

Ningún odontólogo recomendará la colocación de un piercing en la cavidad oral. Todo lo contrario. Pero, si pese a los riesgos se decide hacerlo, es muy importante visitar desde el primer momento y de forma regular la consulta del dentista para que éste realice un seguimiento de la pieza y de sus efectos en la salud bucodental.

Escrito por: CDEO. GIANINI SAHAGÚN BECERRA

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