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Miguel Padilla Rosas

nació el 19 de noviembre de 1969 en la ciudad de Guadalajara; el ser el mayor de cinco hermanos le permitió desde pequeño verse como líder y apoyo de sus hermanos y primos.

Su padre profesó la ingeniería mecánico electricista y su mamá fue ama de casa con ventas al menudeo como hobby, ambos de Ameca Jalisco. Aun así, la Odontología llegó a su vida de manera directa, ya que en su niñez en Ameca, Jalisco, ayudaba a sus primos y tíos odontólogos, como asistente en preparaciones y otras tareas.

Luego, la primaria y secundaria transcurrieron con normalidad, con buenas calificaciones, mientras aportaba en casa como primogénito en asesorar y cuidar a sus dos hermanas mujeres y los dos varones. Más tarde, en la preparatoria, Miguel tuvo su primer acercamiento con la patología, donde en los últimos semestres se inscribió en el campo médico-biológico. El estar en esas áreas estableció en él que esa sería su zona de realización profesional. El reto radicaba en elegir cuál de ellas, dentro del amplio espectro de opciones de carreras dedicadas a la salud.

En aquella época, la forma de hacer los trámites de ingreso a la Universidad de Guadalajara era en Rectoría General.

Al estar en la fila de aspirantes su elección era Medicina, con indecisiones, pero con la ilusión de compartir la carrera con sus compañeros de preparatoria. El dictamen de aspirantes no lo favoreció, de ahí que cayó en cuenta que su destino quizá sería otro, y eligió su segunda opción siempre en mente…

Al estar en la fila de aspirantes su elección era Medicina, con indecisiones, pero con la ilusión de compartir la carrera con sus compañeros de preparatoria. El dictamen de aspirantes no lo favoreció, de ahí que cayó en cuenta que su destino quizá sería otro, y eligió su segunda opción siempre en mente…

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Odontología

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Su generación en la licenciatura la describe como bendecida; la cordialidad y compañerismo hace que a la fecha los considere más que amigos, una familia. Cada materia sin duda tenía sus retos. Recuerda una frase de un maestro:

“Shh, shh, te guste o no, debes de hacerlo”

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y esto lo trae a la memoria porque desde el principio sabía que su vocación estaba en la cirugía. Y aunque quería pasar lo más rápido posible esas asignaturas “desagradables”, ese consejo de su maestro le hizo caer en cuenta que un profesionista real debe hacer de todo y posteriormente especializarse.

El periodo del servicio social transcurrió para él en el ISSSTE, Valentín Gómez Farías, donde cumplió el plazo de dos años, pero su jefa, la Dra. Takasita, vio en él grandes actitudes y le permitió estar un año extra, apoyando el servicio de cirugía.

El momento de la anhelada especialización había llegado. En la Universidad de Guadalajara y bajo la tutela del Dr. Dueñas se abrió la especialidad de cirugía maxilofacial, sin embargo, cuestiones de cupo reducido le impidieron ingresar a la misma. Posteriormente realizó la especialidad en Cirugía oral en la Universidad de Guadalajara. Su perseverancia le permitió no rendirse y después de acudir a una conferencia con el Dr. Adalberto Mozqueda tuvo como revelación que su pasión por la cirugía podría venir de la mano con la patología y así, con su compañera de licenciatura y de la especialidad en Cirugía Oral, la Dra. Cecy Contreras y su compañera del posgrado en Cirugía oral Lorena Moreno, se fueron a patología, mudándose al Distrito Federal. Una ciudad nueva era sin duda un gran reto y una experiencia un tanto agridulce, pero su empeño y dedicación le compensarían los esfuerzos, debido a que ganó la Medalla al Mérito Académico, por obtener el mejor promedio de la generación de Patología Bucal.

De regreso en Guadalajara, quien fue su maestra de la materia en Patología Bucal, la Dra. Delia Martínez, le ofrece el reto de dar la materia en Patología General y Bucal en la licenciatura en Odontología en la Universidad Lamar, ahí es donde se desencadenó su pasión y gusto por la docencia.

Posteriormente, el Dr. José Velasco lo invita a regresar a su alma máter en el área de posgrados como maestro durante 10 años. Después también daría clases en laº Universidad Cuauhtémoc.

Además de la docencia, el campo práctico de la cirugía siempre fue un aliciente en su carrera: le inspiraba y apasionaba. Por ello, tuvo la fortuna de ser promovido para laborar en el hospital Zoquipan, y aunque era un trabajo no remunerado, la experiencia la describe como la mejor paga. Este hecho si bien fue una fortuna para él, aconteció por el inesperado fallecimiento del odontólogo de planta. Sin embargo, su trabajo en el hospital no estaba amparado por un título oficial, aunado a la burocracia y el manejo de las plazas en la institución, le impidieron continuar desenvolviendo esa tarea.

Un poco decepcionado, pero sin perder el ímpetu y las ganas de prepararse, le permiten hacerse de una maestría, y por ambición, combinado con reto personal, busca el doctorado, el cual fue realizado en

Genética Humana.

El destino le sonríe nuevamente y al presentarse una jubilación en el pregrado de la universidad inicia su aventura como profesor por 12 años en la licenciatura de Cirujano Dentista. Su empatía y buena comunicación con los alumnos le hacen acreedor del título de padrino de generación en varias ocasiones. En una de ellas conoce al Dr. Jaime Andrade, quien le ofrece una maravillosa oportunidad: desarrollar el programa académico para que la especialidad de Patología Bucal se imparta en la Universidad de Guadalajara. No obstante, se decide implementar como Maestría, lo cual ofrece un mejor grado académico que la especialidad.

Aún siendo profesor por asignatura, en ese lapso se oferta el concurso de plazas en la SEP para profesor de tiempo completo; sin embargo, la competencia y la excelente relación que tenían los miembros del colegio le hicieron alegrarse mucho, puesto que la plaza no la consiguió él, sino que quedó en manos de un excelente colega y amigo, el Dr. Mario Nava. Un hecho sin precedentes para el Dr. Miguel, igual, pues considera al Dr. Nava como un excelente elemento que vino a fortalecer al equipo de patología.

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Actualmente, con el nombramiento de profesor de tiempo completo combina a la perfección, o en sus palabras, “a medida de lo posible” sus pasiones profesionales: la docencia y la práctica clínica, sin descuidar sus aficiones: la cocina, donde busca siempre la creación de nuevos sabores, y la barbería, esta última con visión de un negocio a futuro. Finalmente, como un dato de humanidad excepcional, su amor a los animales abandonados (perritos particularmente), pretende ser siempre un puente y aliado para que estos seres gocen de condiciones dignas para vivir.

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RETOS PARA LOS ODONTÓLOGOS:

+ No tomar a la ligera la decisión, la Odontología debe ser tu pasión.

+ Jamás rendirse, si vas a detenerte, lo mejor es que sea para tomar impulso.

+ Definir tus metas, pero a plazos, cortos-medianos-largos.

LA ODONTOLOGÍA EN MÉXICO

En comparación con la aplicada en Estados Unidos, el Dr. Padilla considera que en México se cuenta con una mayor atención al detalle, que se tiene una mejor y más cálida interacción con el paciente, lo que fortalece los lazos y así se consigue un resultado más óptimo en los tratamientos.

Desde su perspectiva, la formación académica del odontólogo mexicano es muy buena, y la mejor universidad es la que elige el alumno, pues este último es el agente de cambio.

CONSEJO PARA LAS FUTURAS GENERACIONES

“No se metan en cosas que no saben hacer.

Creer saber hacer todo es sinónimo de no dominar lo suficiente el amplio espectro, por ende, es mejor enfocarse en lo que eres bueno; sí tener una idea general pero siempre especializarse en lo que se te da mejor. La especialización es la mejor ayuda para el paciente y el saber las generalidades nos permite solucionar una complicación, pero siempre debemos recordar que allá afuera habrá un colega que pueda ayudarnos, no teman a remitir a un paciente.”

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